Roberto Choque expone los métodos farsantes y la doble moral que empleó la sociedad criollo-mestiza para arrancarle su tierra al indio, tener mano de obra gratuita y, finalmente, perpetrar la masacre de los machaqueños, el 12 de marzo de 1921. La masacre de Jesús de Machaqa también devela que la violencia armada colonial se viene produciendo en los Andes desde hace casi 500 años, con una serie de hechos arbitrarios, como el uso de las armas de manera sistemática, sin tolerar la existencia de pueblos indígenas con sus propios planteamientos de derechos políticos, pretendiendo por tanto negar la alteridad y subjetividad de la Otra Civilización que busca coexistir, en términos de Simón Yampara.
En ese sentido, la guerra contra los ayllus y las markas no constituye simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político en un contexto colonial, una continuación de la actividad política colonial, una realización de esta por otros medios. Frente a tales hechos de violencia, los pueblos indígenas aún apuestan por lo propio, por autogobernarse, lo cual significa –entre otras cosas– la reconstitución de sus conocimientos, territorios, saberes, filosofías, cosmovisiones de mundo y epistemologías.