Pedro Blanco en la encrucijada

La historia de Bolivia (quizás como todas) está plagada de sucesos violentos, desconocidos la mayor parte de ellos, o quizás deliberadamente olvidados muchos.
Hay algunos, sin embargo, que han sido inscritos en ella con mayúsculas, por sus propias características intrínsecas, ya sea porque se trata de magnicidio9s o porque representan uno u otro interés particular o de una u otra causa. Hay que recordar, por ejemplo, el brutal asesinato revestido de legalidad de Túpac Katari, el asesinato a secas de Tomás Katari, el de María Barzola, el de Villarroel, la Masacre de San Juan y otros muchos de nuestra historia colonial y republicana que ya no forman parte de nuestra historia colonial y republicana que ya no forman p-arte de nuestra memoria porque ya no son referentes (“recursos”, habría que decir) históricos, esas bazas a las que apelan los historiadores.
Entre los que ingresaron a nuestra historia de la mano de Gabriel René-Moreno, es imposible dejar de nombrar las matanzas de Yañez o el asesinato de Pedro Blanco Heredia, que marca el difícil y azaroso nacimiento de Bolivia como una nación independiente, y cuyas causas -las pasiones de los primeros años de la vida republicana- impidieron clarificar. El mismo René-Moreno señaló que sería el “Tribunal de la historia” el que finalmente juzgaría al presidente Blanco. Pero la historia la escriben los hombres y las mujeres, y hoy la voz de la historia viene de la mano de Álvaro Moscoso Blanco, y tiene mucho que decir… Quizá después de escuchar su voz, a diferencia de lo que pensaba Sartre, no sea la propia violencia, sino la historia, quien pueda, como la lanza de Aquiles, cicatrizar las heridas que provocó.
Máximo Pacheco Balanza
Director
Archivo y Biblioteca
Nacionales de Bolivia

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