Las desventuras de Modesto

Un muchacho honesto, lleno de sueños y virtudes, con un cuerpo físico celosamente trabajado, casto en su relación con la vida, inocente con el sexo opuesto, se cruza en el camino con una mujer que hace temblar su porvenir, envolviéndolo en una nube sexual tormentosa que opaca su mente y pensamiento, acabando con el mínimo de discernimiento.
Empujado por la fémina, Modesto, después de dejarlo todo -su profesión militar, amigos y deberes- se entrega a ese amor desenfrenado, aventura en la que el tiempo de recuperación física eran apenas las horas en las que ella se encontraba en la oficina, para luego exigirle cumplimiento de su rol de semental, felicidad para él tan grande que se sentía el dueño del mundo.
En un momento de ira histérica de la mujer, como nunca había ocurrido antes, Modesto recibe un duro golpe de repentino abandono: es expulsado de su hogar de la manera más vil. El muchacho siente que la orfandad lo alcanza con sus propias pertenencias apretujadas en un maletín. Aparece arrojado a la calle en medio de insultos y palabras soeces que a gritos salían de la boca de su pareja.
Al sentirse huérfano, engañado y desnudo, busca cobijo en su desesperación, en la casa de un amigo y termina iniciando una aventura muy lejos de su hogar. Convertido por años en un ermitaño, busca en plena selva la paz necesaria para calmar su alma del dolor que fue provocado por la hembra que despertó en él las más aberrantes prácticas de la sexualidad.
En dos ocasiones, creyendo finalmente haber llegado a conseguir lo ideal para vivir la verdadera felicidad, nuevamente sus esperanzas se convierten en humo. Luego es inducido al trabajo político que desempeñó con astucia y sagacidad y lo llevó a lograr fama y éxito, pero nuevamente tropieza en el camino con la mujer incorrecta. Al llegar una aparente tranquilidad en su vida, una nueva decepción lo sacude al descubrir la causa de sus infortunios: su fidelidad.