En Literatura contemporánea y grotesco social en Bolivia, el autor enmarca dos épocas relevantes en la historia boliviana: la primera va de 1957 a 1964, en ella, se lee, con mayor detenimiento, la literatura de Marcelo Quiroga Santa Cruz, la producción narrativa de Oscar Cerruto y la poesía de Edmundo Camargo; en la segunda, desde 1964 hasta 1978, examina algunos sentidos de la poesía de Cerruto, los testimonios de Domitila Chungara, los cuentos de “interior mina” de René Poppe, la novela de guerrilla de Renato Prada y el cine de Jorge Sanjinés.
Entre ambos tiempos se transita de un fracaso del proyecto nacional-popular al autoritarismo estatal, lo que acentúa la distancia respecto de la sociedad; lo que deriva en “exilio interior” y militarismo. Existe una producción que legitima el discurso vertical, autoritario y excluyente del Estado, otra que lo denuncia y se le opone y/o una que, a manera de contra-discurso, se le enfrenta desde la oralidad y las prácticas populares. Sin embargo, triunfó un signo lúcido pero trágico, denunciante de los excesos oficiales, pero impotente para oponer otro Estado alterno. Ante tal panorama, el grotesco deviene una categoría “necesaria” para señalar “el desmantelamiento de la cultura nacional por el Estado autoritario”, pues permite analizar “la representación de las distorsiones ideológicas más fundamentales con que todo Estado moderno ha logrado legitimarse como depositario de la soberanía nacional”.