¿Dónde y cómo se aprende y se enseña la democracia y el uso de los derechos y deberes ciudadanos en el siglo XIX? No de manera abstracta en los pupitres de la escuela, ese tradicional vector de transmisión de normas cívicas cuya presencia sigue siendo, de hecho, muy escasa en la Bolivia decimonónica. Se aprende y se enseña, de manera más concreta, en la calle y en las urnas. Pero ¿qué pasa, entonces, con los excluidos, los marginados oficiales de los procesos electorales y del derecho de voto? Son precisamente ellos, según nos demuestra la obra, los que van a adquirir una cultura de la ciudadanía mediante y gracias a la generalización de las prácticas de fraude y corrupción.
Esta intuición genial: los sufragios con sus infracciones electorales procedentes de fenómenos de caudillismo mezclados con reivindicaciones de los sectores populares se podían analizar como procesos que no necesariamente se oponían al ideal democrático. Este fraude tan comúnmente denunciado podía revestir virtudes y al menos desempeñar un verdadero papel como modalidad de aprendizaje de la ciudadanía en Bolivia.