El lunes empieza el sábado

Peces que hablan de coeficientes de refracción, sofás que tienen la capacidad de traducir cualquier idioma, brujas que necesitan pagar cuotas, un administrador de museo que tiene cara y cruz como las monedas, demonios en edad de jubilarse, laboratorios con olor a manzanas recién recogidas, profecías en las que son posible las erratas, ordenadores que piden que no se molesten mientras piensan, un pegamento hecho a base de bilis de parracidas, personas a las que se permite seguir trabajando a título póstumo, animales capaces de conceder deseos y que mueren a causa de las bombas militares… El humor descabellado de los hermanos Strugatski, a pesar de su aparente surrealismo, no da puntadas sin hilo. Este es el libro más divertido de los escritores de ciencia-ficción más importantes de la URSS.

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