Dando por sentado que la ciudad de La Paz tiene una doble fisonomía, y admitiendo que mientras una se exterioriza la otra se oculta, hemos querido dirigir nuestra atención a esta última.
Pues en efecto, lo que aquí interesa es la interioridad y el contenido, el espíritu que mora en lo profundo y que se manifiesta en cada calle y en cada habitante, y en el que seguramente ha de encontrarse la clave para vislumbrar el enorme enigma que constituye la ciudad que se esconde a nuestros ojos.
En el más oscuro confín de algún barrio, en un olvidado callejón cuya boca se abre a quién sabe qué precipicio; en un simple muro de adobe, que ha desafiado los embates de las lluvias y de los vientos a lo largo de mucho tiempo; en la puerta ignorada de algún zaguán, o en la piedra lisa y lavada que reposa años de años en una plazuela quizá innominada; allí puede encontrarse el espíritu de la ciudad, la cifra de muchos misterios.
Y lo que esto significa, en toda su hondura, podría explicarse por paradoja, pues muchas veces, como es bien sabido, la destrucción de una ciudad ha sido la verdadera causa de su definitiva permanencia. Extrañamente, querría decir que una ciudad es indestructible.
Así resumía Jaime Saenz, en 1979, el impulso detrás de éste, uno de sus libros más hermosos. Compuesto por textos breves de Saenz y 78 fotografías de Javier Molina, es un libro sobre una ciudad que ya no existe, aunque, como recuerda Saenz, quizá «la destrucción de una ciudad sea la verdadera causa de su definitiva permanencia».
En esta segunda edición se han corregido las erratas de la primera y mejorado la calidad en la reproducción de las imágenes. Se usaron para esto último los originales.