La obligación de ser genial es un derroche de inteligencia y valentía. Aquí, Betina González mira de frente a los grandes faros de la literatura contemporánea, pero no para “robarles” la luz: todo lo contrario, para iluminar con gnosis propia la composición de sus verdades, la naturaleza de sus misterios. Y no es que Betina González pase por alto la belleza del misterio, sino que desbarata lo que pretenciosamente se cree fuera del alcance de las creadoras, demostrando, con ese acto de justicia, que la escritura es un salto al vacío. Y para saltar al vacío: las mujeres. En este conjunto de ensayos, Betina Gonzáles despliega distintas invitaciones para que rompamos el cruel encantamiento de las dinastías “machistas” y pensemos juntas, juntos, en diálogo con los libros de todas las épocas, en otras formas de abrir, cerrar o enroscar una historia. Porque las obras maestras” son dispositivos de pensamiento ya obsoletos, nos dice esta escritora fundamental, porque la emoción, su aventura sin garantías, es lo que importa para que la ficción respire.
Betina Gonzaléz no es genial por obligación, sino porque en su brillantez hay goce y hay justicia y hay hermandad.