La postura crítica de Carlos Salazar Mostajo no transitó por lo que suele ser una lectura reduccionista en torno a la relación ideología-producción estética o entre el “relato” y “realidad”. En su apreciación, el valor de la “autonomía de lo estético” ocupaba un lugar tan importante como el de su postura política. Interactuando ambas de manera que se preserve, ante todo, la libertad creadora. Por eso, en su lectura abunda tanto lo que concierne a la forma como al contenido, es decir, tanto las condiciones históricas de la producción de una obra de arte como su morfología interna, el quehacer plástico-estético propiamente dicho. Salazar Mostajo no intenta, pues, describir los fenómenos plásticos, sino explicarlos a partir de un análisis no formalista de la forma.
Dice Carlos Castañon Barrientos que la crítica estética consiste en una emoción que se experimenta o no se experimenta. Por eso, en el fondo, la crítica no es sino el propio crítico. En el caso de Salazar Mostajo, su larga historia de lucha, su compromiso intelectual con los trabajadores del campo y la ciudad, su pasión por la educación y su elevado sentido estético, cobijaron a un hombre de cualidades universales, tenaz e insobornable, en pos de un objetivo inequívoco que motivó su existencia: conducir con la conciencia nacional hacia el destino histórico de su emancipación.
Cecilia Salazar de la Torre