Un consenso literario y afectivo ha consagrado a Oscar Alfaro como el «Poeta de los niños». Chicos y grandes celebramos la presencia espiritual y también casi física de nuestro poeta. Alegra y hasta sorprende la frecuencia inusitada con que se le honra y recuerda. Es claro que en la vida como en el arte y la literatura hay obras imperecederas cuya vigencia persiste, no importa cuán lejos en tiempo y en lugar sus autores hayan actuado o creado con su cuerpo físico y en la tarea rutinaria de todo ser humano. Creo hallar implícita en esta obra dos valores humanos que, para mí, no son extrapoéticos, sino complementarios a la verdadera poesía y que dan calor y color interno e inconfundible a toda artística.
Estos valores son la autenticidad y la espontaneidad.