El invencible verano de Liliana

En El invencible verano de Liliana, Cristina Rivera Garza escribe sobre su hermana asesinada por su pareja. Han pasado treinta años pero la herida sigue ahí y la escritura se vuelve el intento de una nueva cicatriz, un buscar las palabras que Liliana no tuvo para nombrar eso que sí le estaba pasando: ese amor tóxico e invasivo. El libro nos muestra el reconocimiento de ese cuerpo, ese corpus, que es Liliana. La narradora es una hermana que lee y se acerca al duelo, también como lectora, para abrirlo por la mitad. Vuelve a revivir el caso, vuelve a caminar por los lugares donde ella caminó, vuelve a mirar sus pertenencias y a leer sus diarios y cartas. La narración va entremezclando las reflexiones de esta hermana que lee -esta autora que es, probablemente, de las escritoras y lectoras más luminosas que nos ha entregado la literatura- con la voz de Liliana, a medida que le hace espacio al duelo, dejando que se expanda, como un llenar los pulmones de aire antes de sumergirse en lo profundo. Un batirse a duelo que quizás -en este libro que es tantos libros, que no se define por un solo género, porque tal vez debiese llamarse grito- no es sino el enfrentamiento de una hermana contra el lenguaje. Contra las palabras cómplices y las que no salen a flote. Las que no alcanzan. Las que esconden. Una hermana en duelo también contra el tiempo que, nos dice, el dolor transforma para siempre.
Este libro es una denuncia feroz y una celebración de lo invencible. Nos remece, nos rompe el corazón, a la vez que ilumina el amor infinito de una hermana y la profundidad de una belleza que no se puede borrar por mucho que en ello se empecine el mundo. [MARÍA JOSÉ NAVIA]