Con la publicación de Odas, en 1897, Franz Tamayo, a sus 19 años, inicia su obra poética, asumiendo, desde el prólogo, una actitud radicalmente opuesta al modernismo ya dominante en el ámbito de las letras hispanoamericanas. Las odas de Tamayo establecen una alianza tan estrecha entre poesía e historia que esta es la fuente de la que emanan casi todas sus composiciones. Con este recurso a un material historiográfico o literario previo, el joven Tamayo ya opera una práctica de la cita textual, o con variaciones, que ha de ser uno de los principios recurrentes en sus libros posteriores. Más tarde, ese acopio historiográfico como fuente de poesía será sustituido por la mitología grecolatina.
Todo lo que fue gloria y alegría de vivir —sostiene Tamayo— se hizo la divina tristeza de esperar y soñar. Esta frase signa el doble espíritu que animará su obra. En efecto, esa alegría de vivir, afirmación celebratoria del aquí y del ahora en comunión con el orden natural del cosmos, se expresará en Scopas, a través de Doris, uno de los personajes centrales, así como en varios ciclos de Scherzos; en tanto que esa tristeza de esperar y soñar caracterizará a otros dos de sus personajes femeninos: Psiquis, personaje central de La Prometheida, y Aglaé, la otra protagonista de Scopas. Asimismo, la melancolía, contaminada de escepticismo, ha de ser la nota dominante en Nuevos rubáyát. En este sentido, la obra de Tamayo puede leerse como un debate entre el espíritu del arte clásico y el de la modernidad, como tensión entre la afirmación del presente y la evocación nostálgica del pasado.
Eduardo Mitre
A Franz Tamayo (1879-1956) le gustaba imaginarse en la cima de un cerro. A veces, presentía haber sido el cerro mismo: «Yo fui el orgullo como se es la cumbre», dice en «Habla Olimpo», su poema más famoso y, al decirlo, inscribe dos gestos que suelen acompañar no poca de su abundante prosa, aquí reunida: cierta ventriloquía telúrica —porque creía que un entorno, una ecología, la de los Andes, hablaba a través suyo— y la certeza, simultánea, de que esa voz —que el poeta y crítico Eduardo Mitre ha llamado «titánica» (1994)— estaba por encima del chato medio social, sobre todo el letrado, que lo rodeaba, él mucho más arriba, superior. Quizá estos dos gestos puedan comprenderse como la materia y el estilo, el fondo y la forma de sus ensayos: las explicaciones andinistas que permean su pensamiento, por una parte, el tono polémico y desdeñoso de su formulación, por la otra.
Esta edición de la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia de la Prosa reunida de Franz Tamayo reúne sus libros y folletos, además de una selección de sus textos breves dispersos: conferencias, artículos periodísticos, notas, discursos, cartas públicas e intervenciones parlamentarias.
Mauricio Souza
