Álex Ayala Ugarte es un reportero que camina, que sale al mundo en busca de las historias más llamativas y reveladoras, y en este libro emprende su viaje más extremo: se propone seguir a la muerte. Recorre los escenarios de la muerte, el terror, los ritos, la naturalidad, las estrategias de los humanos para aceptarla. Y va haciendo un inventario de las huellas: el pueblo derruido, la cruz al borde de la carretera, el pequeño santuario de una muertita milagrosa, el cadáver de un perro atado a un árbol para avisar a los vecinos de que ha habido difunto. Ayala viaja para retratar la muerte en Bolivia y le sale un retrato muy rico de la vida en Bolivia. Va buscando devotos de la muerte y le sale un autorretrato: cuesta distinguir al autor de algunos de sus personajes, de la señora que lee todas las esquelas, asiste a todos los velatorios y se presenta en las autopsias. Va buscando muertos y le sale el retrato de todos nosotros: somos iguales que esos cadáveres a los que sentaban en una silla con los ojos abiertos para sacarles la fotografía de recuerdo. Ayala acierta porque en su libro cada vez cuesta más distinguir a los muertos de los vivos. Lo sabemos bien: es cuestión de tiempo. Ander Izagirre