El ensayo lector tiene una doble vertiente. Pertrechados de la intuición y el gusto, la búsqueda revierte en nosotros. Con el libro como instrumento, nosotros somos el lugar donde se da el hallazgo, nosotros el Cerro Rico, nosotros el lugar de la explosión. En esa minería doble, cada libro que enriquece nuestra biblioteca de la mente es a la vez una bocamina para entrar en nosotros mismos.
Estas vetas literarias son algunos de los planos de mis prospecciones. Junto a los planos grandes están las notas, pequeñas bocaminas apenas apuntadas con la esperanza de que el lector entre en sintonía con alguna y ahonde en ella.
Siguiendo al padre Montaigne, intento no hacer nada sin alegría: todos estos ensayos son hijos de lecturas epicúreas. Nacen espontáneamente del gesto de convidar los manjares de una mesa, que se vuelven irreales si no son compartidos.