Muy anteriores a cualquier mamífero, previos incluso a los propios dinosaurios, los insectos se las han arreglado para sobrevivir y evolucionar de modo admirable. Por lo mismo, resulta cuanto menos curiosa la distante relación que a diario sostenemos con esas misteriosas y fugaces criaturas. Gana la torpeza del ojo a la hora de ajustar el enfoque. Y el exceso del ruido al momento de escuchar sus saberes. Afortunadamente, esta situación difiere para Juan Pablo Piñeiro quien, antenas y alas mediante, gusta perderse como uno más entre ellos. Montes y jardines devienen entonces en lugares propicios para divagar sobre la importancia del reposo, la brevedad del tiempo, la alegría de sabernos solos en cualquier sitio o sobre la imposibilidad escondida en el fondo de la comunicación. Está claro y Piñeiro lo sabe. Llegado el momento de compartir los secretos de estos antiquísimos habitantes, difícil un soporte más acorde que el poema.
Juan Malebrán.