La historia que cuentan Alber Quispe y Huascar Rodríguez es un relato de fluidez, de incertidumbre y de hondas transformaciones, como esos manantiales subterráneos que se ensanchan, angostan y bifurcan sin que se advierta su presencia hasta que por fin irrumpen a la superficie, pero que tienen la capacidad de alterar el curso de los ríos, el curso de las cosas.
Si hubiera que identificar el mayor logro de este libro, diría que posee una rara virtud en tiempos donde los imperativos del mundo académico promueven una producción serial que conlleva una creciente estandarización y reificación de los instrumentos de análisis y preguntas de investigación: se deja llevar por sus propias curiosidades, preferencias temáticas y formas de exposición. Es un texto creativo, original, que aunque en diálogo con la literatura relevante sobre los tópicos que aborda, no pretende hacer la venia a ninguna corriente interpretativa o escuela historiográfica en particular. No está hecho, como ocurre con demasiada frecuencia, con bloques prefabricados de ideas -con ideas prefabricadas por otros-. Es un estudio en el que los autores se propusieron pensar con sus cabezas y que, por extensión, incitarán lo mismo a sus lectores.